jueves, 6 de marzo de 2025

UN VEINTIDÓS DE NOVIEMBRE

El veintidós de noviembre de dos mil veinticuatro es una fecha que marcó un antes y un después en mi vida profesional.

Eran tiempos del Encuentro Jurídico Universitario organizado por la Secretaría de Enlace y Coordinación de la Secretaría General de la Presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, un evento de gran alcance y difusión que se organiza año con año y que, precisamente, va dirigido, como su nombre lo indica,  a los estudiantes universitarios de la carrera de Derecho, quienes participan de manera presencial y a distancia en ciclos de conferencias. 

La sede no fue el edificio tradicional del centro histórico, sino el recinto alterno de la Corte ubicado en avenida Revolución, en la Ciudad de México. Pedí estar ese día y me dieron autorización, pues trabajo en el Alto Tribunal. 
 
Fue verdaderamente grato escuchar las visiones de justicia de las nuevas generaciones con sus participaciones en tal Encuentro. Es sin duda mi tema favorito, por ello estudié la maestría en procuración y administración de justicia; posteriormente otra maestría en derecho procesal constitucional; el doctorado en derechos humanos; la especialidad en derecho del trabajo y justicia laboral; y el curso básico de secretarios del Poder Judicial de la Federación. 

Ese día recordé mis tiempos de estudiante universitario; egresé de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Chihuahua en dos mil diez, cuando aún no existía en la Constitución el término derechos humanos, sino garantías individuales; tampoco había reforma constitucional en la materia ni estaba en vigor la Ley de Amparo actual.  

Un contexto muy distinto al que estamos viviendo, porque, por poner un ejemplo, la oralidad en materia civil y familiar avanza a paso firme y se empiezan a ver los primeros resultados; juicios más ágiles, la necesaria inmediación y justicia pronta que estoy seguro se consolidará con la implementación del Código Nacional de Procedimientos Civiles y Familiares.  Algo diferente pasaba en dos mil diez, reglas más rígidas y ni que decir de las posibilidades de hablar con los jueces de primera instancia. 

Por otro lado, en  materia laboral, sin duda, la especialización y la creación de juzgados laborales dentro de los Poderes Judiciales por reforma a la Constitución y a Ley Federal del Trabajo, algo impensable en aquel no tan lejano dos mil diez.

El ver a los jóvenes reflexionar, me hizo recordar que el sistema de impartición de justicia tiene que tener como eje principal a las personas, sus problemáticas más comunes, la justicia cotidiana como en algún momento se le llamó.

Por eso estudiamos derecho y nos actualizamos seguido debido a su transformación constante. Nos lo advirtieron tanto Eduardo Couture como muchos maestros, incluso desde el primer semestre.

Ese día, veintidós de noviembre de dos mil veinticuatro,  reafirmé que, conocer el derecho es para servir a la justicia; y la justicia es buscar la verdad en cada juicio, donde hay personas, seres vivientes en espera de soluciones, no acumulación de papeles, archivos digitales o simples letras.